LAMENTACIONES DE JEREMÍAS Tristezas de Sion la cautiva 1 1 ¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias ha sido hecha tributaria.
No tiene quien la consuele de todos sus amantes; Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos.
Ella habitó entre las naciones, y no halló descanso; Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las estrechuras.
Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura.
Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones; Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo.
Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor.
Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos. La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída.
Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su verg:uenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás.
Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.
Ella ha visto entrar en su santuario a las naciones De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.
Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida.
Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor.
Ha extendido red a mis pies, me volvió atrás, Me dejó desolada, y con dolor todo el día.
Ataduras han sido echadas sobre mi cerviz; ha debilitado mis fuerzas; Me ha entregado el Señor en manos contra las cuales no podré levantarme.
Llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes; Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá.
Porque se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma; Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció.
Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos; Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos.
Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor; Mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio.
Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que entretener su vida.
Mi corazón se trastorna dentro de mí, porque me rebelé en gran manera. Por fuera hizo estragos la espada; por dentro señoreó la muerte.
Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo que tú hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.
Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones; Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está adolorido. Las tristezas de Sion vienen de Jehová 2 1 ¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion! Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel, Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor.
Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob; Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, Humilló al reino y a sus príncipes.
Retiró de él su diestra frente al enemigo, Y se encendió en Jacob como llama de fuego que ha devorado alrededor.
Y destruyó cuanto era hermoso. En la tienda de la hija de Sion derramó como fuego su enojo.
Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas, Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento.
Destruyó el lugar en donde se congregaban; Jehová ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los días de reposo* [* Aquí equivale a sábado. ] en Sion, Y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote.
Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios; Hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta.
Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción; Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro; fueron desolados juntamente.
Su rey y sus príncipes están entre las naciones donde no hay ley; Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová.
Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio; Las vírgenes de Jerusalén bajaron sus cabezas a tierra.
Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo, Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad.
Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres.
¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sion? Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te sanará?
Y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio, Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.
Silbaron, y movieron despectivamente sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo: ¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?
Se burlaron, y crujieron los dientes; dijeron: Devorémosla; Ciertamente este es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo hemos visto. 17 Jehová ha hecho lo que tenía determinado; Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo. Destruyó, y no perdonó; Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti, Y enalteció el poder de tus adversarios.
Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día y noche; No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos, Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado? ¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?
Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada; Mataste en el día de tu furor; degollaste, no perdonaste.
Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo; Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó. Esperanza de liberación por la misericordia de Dios 3 1 Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo. 2 Me guió y me llevó en tinieblas, y no en luz; 3 Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.
5 Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de trabajo. 6 Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo.
8 Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración; 9 Cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos.
11 Torció mis caminos, y me despedazó; me dejó desolado. 12 Entesó su arco, y me puso como blanco para la saeta.
14 Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los días; 15 Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.
17 Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien, 18 Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová.
20 Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí; 21 Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. 22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. 23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. 24 Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.
26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. 27 Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.
29 Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza; 30 Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.
32 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; 33 Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
35 Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo, 36 Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba.
38 ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? 39 ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado.
41 Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos; 42 Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste.
44 Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra; 45 Nos volviste en oprobio y abominación en medio de los pueblos.
47 Temor y lazo fueron para nosotros, asolamiento y quebranto; 48 Ríos de aguas echan mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
50 Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos; 51 Mis ojos contristaron mi alma por todas las hijas de mi ciudad.
53 Ataron mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí; 54 Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy.
56 Oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor de mis suspiros. 57 Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas.
59 Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende mi causa. 60 Has visto toda su venganza, todos sus pensamientos contra mí.
62 Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día. 63 Su sentarse y su levantarse mira; yo soy su canción.
65 Entrégalos al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos. 66 Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová. El castigo de Sion consumado 4 1 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.
¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!
La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto. 4 La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed; Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.
Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros.
Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías.
Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro.
Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.
Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.
Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos.
Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén.
Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.
De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras.
Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones: Nunca más morarán aquí.
No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.
En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar.
Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin.
Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.
De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.
Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás.
Nunca más te hará llevar cautiva. Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados. Oración del pueblo afligido 5 1 Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido; Mira, y ve nuestro oprobio. 2 Nuestra heredad ha pasado a extraños, Nuestras casas a forasteros. 3 Huérfanos somos sin padre; Nuestras madres son como viudas. 4 Nuestra agua bebemos por dinero; Compramos nuestra leña por precio. 5 Padecemos persecución sobre nosotros; Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo. 6 Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan. 7 Nuestros padres pecaron, y han muerto; Y nosotros llevamos su castigo. 8 Siervos se enseñorearon de nosotros; No hubo quien nos librase de su mano. 9 Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan Ante la espada del desierto. 10 Nuestra piel se ennegreció como un horno A causa del ardor del hambre. 11 Violaron a las mujeres en Sion, A las vírgenes en las ciudades de Judá. 12 A los príncipes colgaron de las manos; No respetaron el rostro de los viejos. 13 Llevaron a los jóvenes a moler, Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña. 14 Los ancianos no se ven más en la puerta, Los jóvenes dejaron sus canciones. 15 Cesó el gozo de nuestro corazón; Nuestra danza se cambió en luto. 16 Cayó la corona de nuestra cabeza; ¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos. 17 Por esto fue entristecido nuestro corazón, Por esto se entenebrecieron nuestros ojos, 18 Por el monte de Sion que está asolado; Zorras andan por él. 19 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre; Tu trono de generación en generación. 20 ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros, Y nos abandonas tan largo tiempo? 21 Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; Renueva nuestros días como al principio. 22 Porque nos has desechado; Te has airado contra nosotros en gran manera. Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998. |